La muerte es la consecuencia más seria ante el pecado. Esa belleza que nos hacía únicos y particularmente especiales ante Dios, esa unión de cuerpo y alma se separa. El drama de la muerte nos coloca en la ruptura más dolorosa: la ruptura de nuestro ser personas humanas. Veremos como ahora experimentaremos no sólo una muerte física, sino también una muerte espiritual en la que se presentarán dos tentaciones: creer que somos espíritus puros o pensar que somos pura materia. Amabas elecciones nos llevan a la muerte espiritual.