Okeeyy… intentaré poner con palabras un cachito de lo mucho que viví.
Esta experiencia fue algo completamente nuevo para mí, empezando porque nunca había caminado más de 100 kilómetros en una semana, y después porque lo hice rodeada de personas que sin conocerlas tocaron mi corazón compartiéndome un poco de lo que hay en el suyo.
- Regalo — Si tuviera que escoger una sola palabra para esta experiencia, diría que fue un REGALAZO… por muchas razones. Empezando porque cuando te dan un regalo, normalmente no tienes ni idea de que es lo que viene adentro, así que tienes que abrirlo capa por capa para describirlo. Igualito me pasó cuando llegue, no tenía idea de que era lo que estaba por vivir, pero como fue pasando el tiempo iba descubriendo la experiencia tan increíble que estaba viviendo. Pero ahí no acaba el sentido de la palabra, un sinónimo de regalo es… presente. Creo que nunca había vivido TANTO en el presente, era increíble no pensar en absolutamente nada más que en el paso que estabas dando en ese momento, disfrutando cada uno, cada vista, a cada persona. Recordando que no hay absolutamente nada que tengamos asegurado más que el hoy, ahora.
- Escucha — Me di cuenta una vez más del impacto que tiene una escucha de verdad, con todos los sentidos. Si hubo una palabra que no me dejaba de resonar en la cabeza era “escucha, escucha, escucha”, lo que me hizo desaprender para reaprender muchas cosas que había tenido en mente desde hace añosss. Muchas veces creemos que necesitamos del silencio para escuchar a Dios, cuando en realidad hay veces que en el silencio hay muchísimo más ruido y lo escuchamos más a través de las demás personas, escuchando su historia. Si de algo estoy segura después de este inicio de camino es que a todos nos falta algo de lo que tiene el de a lado, y escuchando, conociendo un poco de esa persona, puedes descubrir la huella que tiene de Dios.
- Símbolo — Las flechas amarillas fueron mi recordatorio de la confianza total que necesito para seguir el camino que me acerca más a Dios. Tenia la certeza de que no necesitaba nada más para llegar a mi destino, solo seguirlas. Aunque igual pensaba… ¿y si me pierdo? No tenía internet para buscar a dónde ir, pero pensaba que seguro alguien me encontraría para guiarme otra vez. Igualito pienso que pasa en la vida… a veces nos sentimos perdidos pero no siempre tenemos que alumbrar el camino solos, si volteamos a ver la luz en las personas que nos rodean, nos pueden alumbrar el camino para poder seguir caminando hacia la luz… la verdad. En este camino tuve tantas conversaciones que sentía como iban dándole más luz a mi camino.
- Mirada — Que increíble es seguir teniendo el asombro inocente como el de un niño que está descubriendo el mundo. Caminar en medio de tanta naturaleza es de las cosas más grandes de esta experiencia. No solo ver, sino que realmente mirar y admirar la grandeza de Dios a través de cada detalle que existe en la naturaleza, ppffff. Que esa sencillez que caracteriza a los niños de asombrarse por todo no se pierda con los años.
- AMOR — Esta experiencia me lleno de unas ganas de amar a las demás personas de una forma inexplicable. Que increíble es amar. Que increíble es no tenerle miedo a amar, a darse a las demás personas, sin esperar absolutamente nada a cambio, de poder extender la mano al otro y ayudarlo a cargar su propia cruz (en este caso la mochila). Que libertad encontrar amigos que te quieran tal cual eres. Amar sin medida, amar sin límites, simplemente AMAR.
Nunca supe quién fue pero el primer día llegando al hostal, alguien dijo – “Quiero llegar al cielo como llegue hoy, acompañada”- pero no hay nada que se compare al sentimiento de llegar todos juntos a Santiago de Compostela. Cada uno tenía intenciones diferentes por las cuales, sin importar cómo, seguían el camino, dejando a un lado los dolores, el clima, el tiempo, el cansancio, siempre había una razón más grande para seguir dándolo todo. Y aunque el camino no fue el mismo para todos (porque había rutas complementarias), compartíamos el mismo fin, llegar a Santiago. Lo que me hizo darme cuenta de que a pesar de lo diferentes que somos absolutamente todos, de lo diferente que es nuestra historia, nuestro camino, tenemos el mismo fin de llegar al cielo. Cada uno a su manera, amando desde su propio corazón.