Mientras la sombra del imperio de Babilonia se extiende hacia Jerusalén, Jeremías predica desde las calles y plazas contra el Templo. Los Reyes Joaquim y Sedequias se alejan más y más de los órdenes y leyes de Dios. Predicar lleva un precio caro, y van a querer silenciar al profeta. Pero desde el profundo del pozo sale la voz del Señor, por boca de su profeta que grita: “Escucha Israel, el Señor, tu Dios, es uno.”