El problema central que rompe la alianza y por tanto la comunión entre Dios y los hombres es el “olvidar que he sido salvado”. Ahora veremos cómo, en la historia de la torre de Babel, los hombres, después de varias generaciones, se olvidan del rostro de aquel que los ha salvado. La fe no puede ser sólo transmitida por cultura o por tradición. Cuando, con el paso del tiempo, las personas dejan de hacer una experiencia personal de un Dios que los ha salvado y los ha llamado por su “nombre”, buscarán “hacerse un nombre” por sí mismos. Pensarán que ya no necesitan a un Dios y cada uno, empezará a crearse sus “propios dioses”.