Entramos en un periodo tormentoso, con cambios frecuentes de reyes, multiplicación de ídolos, y grandes profetas. Profetas que insisten, exhortan y ruegan a al pueblo que regresen a su Dios. En este periodo de gran inestabilidad e intriga política, surge un hombre de Dios, Isaías, hijo de Amoz. Pasará de ser un hombre indigno de la misión a un profeta y poeta, que con sus palabras anuncia la Palabra de alianza y la gran fidelidad de Dios a su pueblo amado.