Volvemos ahora al Reino del Sur, que está en sus últimos días y con un último intento, Dios suscita un profeta, Jeremías. Con sus mensajes urgentes y apocalípticos, Jeremías trata de despertar el corazón dormido del Pueblo de Israel. Pero a este punto, anestesiado por su idolatría, injusticia, en alianzas con poderes extranjeros, caen los últimos granitos en el reloj de arena uno a uno, hasta que queda vacío. El puño de metal de los Babilonios empieza a martillar en las puertas de Jerusalén.